05 Aug
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Por: Lic. Roberto Soler Parker

"Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Corintios 9:6). 

Nazim Hikmet, poeta turco de inicios del siglo XX.

El poeta, periodista y editor venezolano Gonzalo Fragui, publicó no hace mucho una página que merece ser compartida. En ella se comenta un pasaje de la azarosa vida del poeta y dramaturgo turco Nazim Hikmet, considerado por muchos como el mejor poeta en lengua turca del siglo XX. Hoy queremos hacerte llegar este fragmento porque consideramos que su lectura puede serte edificante. Aquí va: 

“En marzo de 1933 fue encarcelado en Bursa, Turquía, el poeta Nazim Hikmet. La celda era tan pequeña que Nazim, muchos años después, va a decir en su autobiografía: «…necesité seis meses para recorrer cuatro metros cuadrados de sombrío hormigón». Una celda diminuta donde el poeta va a permanecer solo e incomunicado. Tenía una puerta de hierro, con una ventanita para pasar la comida y, al fondo, una pared que daba a la calle, con una ventanita semiarábiga de barrotes en lo más alto, por donde entraba aire fresco y un poco de sol. 

El carcelero no permitía pasar ni un lápiz, ni un libro, mucho menos una máquina de escribir. Solo entraba la comida, la única razón por la que se abría de vez en cuando la ventanita de la puerta de hierro. El carcelero depositaba la bandeja con comida fría, casi incomible, y luego se marchaba. 

Pero un día, se celebraba algún aniversario de la República, el carcelero no solo trajo comida digna, sino que incluso se quedó conversando un rato y regaló una manzana al poeta. A pesar de su aparente dureza, el poeta vio ternura en los ojos del carcelero. 

El poeta disfrutó la manzana y lanzó las semillas a un rincón. Pasaron los días, el carcelero volvió a su normalidad, no permitía diálogo alguno ni permitía favores, pero inesperadamente las semillas empezaron a germinar. El poeta juntó tierrita con el polvo del piso de la celda, guardó parte de su sed para compartir la escasa agua y, al cabo de unos días, vio que unas delicadas planticas luchaban por abrirse paso a la vida. Como pudo, el poeta pidió al carcelero que le llevara un envase con un poco de tierra. El carcelero se negó de entrada, después preguntó la razón. El poeta le mostró las maticas. Le dijo que eran de la manzana que él le había regalado. El carcelero dijo que estaba prohibido, pero al rato regresó con un pequeño envase de plástico que contenía tierra. Colocó el envase donde diariamente ponía la comida, cerró con dureza la ventana de hierro y se marchó sin decir nada. 

El poeta, que no tenía nada que hacer, sembró cuidadosamente las maticas en el envase. Pero como el sol no llegaba al piso, y mucho menos al rincón donde nacían los pequeños manzanos, el poeta diariamente alzaba el envase con una mano y lo ponía a la altura de la ventana para que las maticas tomaran sol. Cuando se cansaba con una mano el poeta seguía con la otra. Un día el carcelero lo descubrió y le preguntó qué hacía. Nazim le dijo que estaba dándole sol a las maticas.

 — Tenía que ser poeta — fue el único comentario del carcelero.

Pasaron las semanas y el recipiente empezaba a quedarle pequeño a los manzanos. El poeta no sabía qué hacer. Así que un día esperó al carcelero y le dijo que se los llevara, que los sembrara en el patio de la prisión o donde él quisiera. El carcelero dejó la comida, miró receloso el envase y aceptó las maticas, más por fastidio que por otra cosa, y se marchó. 

Cuando Nazim salió en libertad se fue inmediatamente al exilio. Sin embargo, una amnistía general le permitió regresar, años más tarde, invitado por los estudiantes de Estambul. Los periodistas lo entrevistaban y los periódicos, que antes lo habían vetado, ahora publicaban largos reportajes, con fotografías, donde el poeta anunciaba que estaría unos meses en el país dando recitales y conferencias. 

Una mañana, mientras desayunaba y hojeaba el periódico, el mesonero del hotel le entregó una pequeña cesta con manzanas. El poeta preguntó a qué se debía esa deferencia. El mesonero señaló a un señor que se encontraba parado en la puerta del restaurante. Nazim se dirigió a la entrada y agradeció al señor por el obsequio. 

— No tiene nada que agradecerme — le dijo el señor —. Esas manzanas las sembró usted. 

Era el carcelero de Bursa”. 

Qué texto tan cargado de significados. Desde casi cualquier ángulo puede obtenerse de él algún provecho. Yo, por ejemplo, descubro al menos tres lecciones. La primera, es que la ley universal del progreso natural es incompatible con la ley de selección natural darwiniana. Parece complejo, pero lo que quiere decir es que la buena noticia de la cosecha final, de ese bien superior que desde hace siglos se espera — convengamos en llamarle “cosecha de manzanas” — no es para nada un proceso restringido para los más fuertes y aptos. No es el más fuerte el que transmite la simiente al más apto. No, aquí descubro que la cosecha final será para cada uno de los que hayan sido simplemente capaces de compartir la semilla. Si eres de los que tiene la semilla en su mano, créeme que compartirla es la mejor opción. Y nada de excusas como “no hay nadie digno de recibir mi semilla”, o “el único que tengo a mi lado es este carcelero bastardo”; no, nada de eso. Hemos sido llamados a compartir y punto. Hazlo. 

En segundo lugar, descubro que solo podremos recibir cosecha de manzanas si hemos compartido semillas de manzanas. No hay de otra, jamás podremos esperar uvas de semillas de limón. Por lo tanto, no pierdas tiempo en murmurar de tus cosechas, sé más inteligente y da lo mejor que posees. 

En tercer lugar, debemos reconocer que vivimos encarcelados. Nuestra visión es limitada. Mientras estamos en este mundo nuestra verdadera libertad radica en la actitud hacia nosotros mismos, hacia otros y hacia Dios. Nuestra condición es deplorable. Pero un día estaremos lejos de los balaustres de las circunstancias presentes y obtendremos nuestra merecida recompensa. Yo quiero verte allí, y disfrutar mis manzanas contigo.


Lic. Roberto Soler Parker, corresponsal del Ministerio 3IBN Cuba

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