23 Aug
23Aug

Por: Lic. Débora Marilyn Cabrera

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Antes de la creación del mundo ya existía un plan de salvación para la humanidad. Dios envió a su hijo para salvar al mundo, para que las personas supieran quién era él realmente y para acercar a la raza humana el Reino de los Cielos. Dios no envió a su hijo a condenar, sino a que, creyendo en él, las personas pudieran disfrutar de una vida eterna.

El mundo de hoy se encuentra lleno de catástrofes naturales, enfermedades, pandemias, violencia, drogas, etc. Pareciera como si tantas aflicciones llevaran a creer que Dios se ha apartado del hombre. Pero a quienes lo aman todas las cosas le ayudan a bien y "...ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios..." (Rom 8:38, 39).

Dice el Señor que no se debe temer, ni desmayar porque él estará con cada creyente ayudándole a esforzarse; y ayudará y sustentará con la diestra de su justicia.

La Patria Celestial aguarda para todos los fieles. Una vida libre de angustia y llena de paz y gozo en abundancia. Pero para el deleite de esa gran promesa es un imperativo creer en Jesús y vivir conforme al Espíritu. "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios...", "...todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Rom 8:7, 14).

Siendo sus hijos, caminando juntos cada día, viviendo para agradarlo, glorificándolo y alabando su nombre, aseguraremos un lugar en la Santa Sion disfrutando de su amor.


Lic. Débora Marilyn Cabrera Heredia, Secretaria de Comunicaciones del Ministerio 3IBN Cuba.

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