Por: Pr. Jenaro Jiménez de Castro
Hoy es el día de las madres, y para todas las madres que nos siguen hago llegar mi más sincera felicitación.
Permítanme saludar especialmente a mi madre, quien aún vive y goza de bienestar. Todo cuanto soy y he logrado en mi vida lo debo en gran medida a la inspiración de mi madre. Ha estado a nuestro lado brindando apoyo, inspiración y fe en todo momento, y sus oraciones por mí son permanentes. Es una mujer tierna como una flor y firme como Mariana Grajales. Aun en los momentos más duros, cuando sufrimos injusticia, persecución y hasta la cárcel por nuestra fe, la vimos llorar con su corazón desgarrado, a la vez que nos inspiró a seguir adelante y no traicionar jamás a Jesús.
Una de las declaraciones más sensibles entre las pronunciadas por Salomón al elogiar a la mujer virtuosa es esta:
“Se levantarán sus hijos y la llamarán bienaventurada” (Prov. 31.28).
Mañana en nuestro país, y en muchos otros, es el día dedicado a las madres y nada tiene de malo que sea un día de alegría, reconocimiento y festividad para aquellos que aún pueden dar un “TE QUIERO” a ese ser bendito que le trajo al mundo.
Para aquellos cuya madre ya se fue, conviértase este día en un espacio para la reflexión y para honrar la memoria de esa inolvidable madre que ya no está.
Si a la vez eres madre, recuerda que los hijos serán en gran medida lo que sean sus padres. Nadie mejor que tú para ejercer una positiva influencia en tus hijos. Sin subestimar el rol del padre, quien está llamado a ser representante de Dios ante sus hijos, quisiera destacar que la madre por muchos motivos ejerce una mayor influencia sobre sus hijos, y no solo debe conocerlo sino emplearlo para hacer de sus hijos mejores personas.
En el libro El hogar cristiano leemos:
La esfera de la madre puede ser humilde; pero su influencia, unida a la del padre, es tan perdurable como la eternidad. Después de Dios, el poder la madre en favor del bien es el más fuerte que se conozca sobre la tierra. (El Hogar Cristiano, p. 215).
Lamentablemente este poder no siempre es aprovechado.
Emerson decía, y con mucha razón: “Los hombres son lo que sus madres han hecho de ellos”.
Observe usted que en el discurso del Antiguo Testamento las mujeres prácticamente no son mencionadas, sin embargo cuando una figura destacaba por su nobleza, o por su maldad, casi siempre se menciona el nombre de su madre.
Así sabemos, por ejemplo, que Betsabé fue la madre de Salomón, para quien él mandó a poner una silla a su diestra; que Maaca fue madre de Asa, quien por su maldad fue privada de los honores de ser reconocida como reina madre; y que la perversa Atalía fue la madre de Ocozías. De más está decir que Ocozías hizo lo malo ante los ojos de Jehová.
Y de la misma pluma seguimos leyendo:
“La influencia de la madre no cesa nunca; y si se hace sentir siempre en favor del bien, el carácter de sus hijos atestigua el fervor y valor moral de ella. Su sonrisa y estímulo puede ser una fuerza que inspire. Puede comunicar alegría al corazón de su hijito mediante una palabra de amor, una sonrisa de aprobación...Cuando su influencia está de parte de la verdad y la virtud, cuando la sabiduría divina guía a la madre, ¡cuánto poder ejercerá su vida en favor de Cristo! Su influencia llegará través del tiempo hasta la eternidad. ¡Cuán solemne es pensar que las miradas, palabras y acciones de la madre darán fruto en la eternidad, y que de su influencia resultará la salvación o la ruina de muchos!” (Nota: Signs of the Times, 16 de marzo, 1891).
Ciertamente, como acabamos de leer, su influencia dará fruto en las nuevas generaciones, y quisiera que analicemos brevemente este dicho de sabiduría de Salomón que podemos leer en Proverbios 17: 6.
Corona de los viejos son los nietos, Y la honra de los hijos, sus padres.
Y hay dos aspectos que quisiera destacar de este pasaje:
Puede ser que algún lector, en su reflexión interior esté diciendo: pero ese no es mi caso, en casa de mis padres viví momentos duros, y en muchas cosas no dieron el mejor ejemplo para mí. Dolorosamente esa es la realidad para algunos. Pero en tus manos está cambiar la historia y proporcionar un mejor ambiente a tus hijos. Cada parte llega al matrimonio trayendo su bagaje, los padres deberían tener la grandeza de corazón de quedar solo con lo que pueda enriquecer su nueva familia y desechar lo demás. Padres y madres sabios dejarán tras sí una generación mejor a la que ellos pertenecieron. Y esto da cumplimiento a la declaración de Salomón: “Corona de los viejos son los nietos, Y la honra de los hijos, sus padres”.
Alguien dijo: “Cuando se quiere formar a un gran hombre, hay que comenzar por la abuela”.
Y esto me hace recordar a Timoteo, amigo y compañero de luchas del apóstol Pablo, a quien este le llamó: “amado hijo.” Pablo consideraba que Timoteo tenía una fe auténtica.
Leemos en 2 Timoteo 1:5:“Porque tengo presente la fe sincera que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”.
En estos versículos, Pablo habla de las influencias en la vida de Timoteo que lo habían preparado para ser un fiel siervo de Dios en Éfeso. Su abuela y su madre fueron instrumentos en las manos de Dios para equiparlo con una fe no fingida.
La influencia es uno de los mayores dones que recibimos de Dios y debe ser aprovechada para lo bueno. Es bueno recordar que los niños aprenden más por lo que ven que por lo que se les enseña, cuando pequeños se ponen los zapatos de papá o de mamá y quieren imitarlos en todo. Aprenden sus modales, responden como ellos y en muchos casos terminan replicando la vida de sus padres. De ahí la gran responsabilidad de modelar ante ellos las virtudes y valores que queremos que identifiquen a nuestros hijos.
Más adelante Pablo llama a Timoteo a persistir en lo que había aprendido, sabiendo de quién había aprendido, es decir de su madre y su abuela. Ahora bien, ¿y qué fue lo que le enseñaron? Le enseñaron desde la niñez las Sagradas Escrituras, sabiendo que “toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra”.
¿No es eso lo que anhelas para tus hijos, madre cristiana?
En un elegante libro escrito por el Pastor Julián Rumayor, como un homenaje a las madres, enlista cien citas de personajes famosos sobre las madres y de entre ellas tomo esta del español José Fernández del Cacho:
“Una madre tiene algo de Dios y mucho de ángel”.
La tarea de Dios, la tarea de los ángeles y la tarea de las madres, nunca concluye. Aunque los hijos crezcan, la madre, como ángel protector, sigue guiando y orientando a sus hijos. Su misión no es comparable a ninguna otra entregada por Dios al ser humano.
Para mí siempre ha resultado muy significativo este pintoresco párrafo del libro El hogar cristiano:
“Hay un Dios en lo alto, y la luz y gloria de su trono iluminan a la madre fiel que procura educar a sus hijos para que resistan a la influencia del mal. Ninguna otra obra puede igualarse en importancia con la suya. La madre no tiene, a semejanza del artista, alguna hermosa figura que pintar en un lienzo, ni como el escultor, que cincelarla en mármol. Tampoco tiene, como el escritor, algún pensamiento noble que expresar en poderosas palabras, ni que manifestar, como el músico, algún hermoso sentimiento en melodías. Su tarea es desarrollar, con la ayuda de Dios, la imagen divina en un alma humana”. HC 211.5.
Y me pregunto: ¿Habrá una tarea más noble que esa?
Dejo contigo este poema, cuyo autor no conozco.
MADRE CRISTIANA
Noble es tu misión, madre cristiana,
formar la nueva raza humana,
sembrando en las almas de tus hijos
la semilla santa del amor y la virtud,
que al espíritu levantay le imparte la salud.
Y sin pensar en lo que cuesta,
sin murmullos ni protesta,
te das por entero poniendo primero
la dicha de aquellos que el cielo te ha dado,
y a cuyo servicio te has consagrado.
Amar y servir, ¡esa es tu vida!
Y cuando tu vida cual flor se deshoja
y la cruenta muerte de ti nos despoja,
ninguno te olvida,
pues tu alma en la nuestra quedóse esculpida.
Dios quiso darte la linda experiencia de ser madre y espera de ti que seas una “fuerza que inspire”. Que tus hijos siempre se sientan orgullosos de ti al identificarte y decir: “esa es mi madre”. Que se levanten tus hijos y te llamen bienaventurada.
MUCHAS FELICIDADES
Pr. Jenaro Jiménez de Castro, consejero del Ministerio 3IBN Cuba.